Los seres humanos nos relacionamos con el mundo exterior a través de nuestra experiencia subjetiva y en ella, entre otros factores, nuestros estados de ánimo son determinantes.
Así pensamos que el mundo “es” tal cual como lo observamos sin detenernos a examinar el papel que nos compete como observadores, cual es nuestra mirada, desde la cual según nuestro estado de ánimo emitimos juicios. Nuestra mirada nunca es inocente.
Cuando nuestro estado de ánimo es positivo nos encontramos en un mundo lleno de opciones para proyectarnos hacia el futuro.
Los estados de ánimo negativos nos enfrentan a un mundo que nos cierra las puertas a las posibilidades.
Muchas veces nos resignamos ante nuestros estados de ánimo y el de los otros sin pensar que podemos modificarlos.
Podemos diseñar nuestros estados de ánimo teniendo en cuenta que:
Así pensamos que el mundo “es” tal cual como lo observamos sin detenernos a examinar el papel que nos compete como observadores, cual es nuestra mirada, desde la cual según nuestro estado de ánimo emitimos juicios. Nuestra mirada nunca es inocente.
Cuando nuestro estado de ánimo es positivo nos encontramos en un mundo lleno de opciones para proyectarnos hacia el futuro.
Los estados de ánimo negativos nos enfrentan a un mundo que nos cierra las puertas a las posibilidades.
Muchas veces nos resignamos ante nuestros estados de ánimo y el de los otros sin pensar que podemos modificarlos.
Podemos diseñar nuestros estados de ánimo teniendo en cuenta que:
- Podemos convertirnos en observadores, lo que supone identificar nuestros estados como propios y no como atributos del mundo.
- Sólo nosotros somos responsables de permanecer en tal o cual estado.
- Tener en cuenta las representaciones que les dan origen.
- Identificar los juicios que los sustentan, así estaremos en condiciones de poder cambiarlos.
- Podemos impedir que nuestros estados de ánimo bloqueen la acción.
- Si somos conscientes de la aparición de estados de ánimo recurrentes podremos utilizar los recursos necesarios que nos permitirán realizar acciones para neutralizarlos.
Intervenir eficazmente sobre nuestros estados de ánimo es fundamental para que ellos nos potencien, motiven, nos permitan relacionarnos mejor, vivir plenamente y nos abran nuevas posibilidades para la acción.
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