“Primero hay que cambiar para que las cosas cambien”
(Alberto Levy)
Cuando nos planteamos realizar cambios en nuestra vida nos abrimos a nuevas posibilidades de acción. Para ello debemos estar dispuestos a soltar lo que ya no nos sirve, salir de nuestra zona de comodidad, donde nada se cuestiona, es nuestra zona segura donde todo está bajo control (al menos en forma aparente). Podemos ampliar esa zona realizando nuevos aprendizajes, replantear relaciones, tomar decisiones.
Tengamos presente que todo cambio genera cierto grado de resistencia, provocada por la incertidumbre, la duda ante lo nuevo.
Si logramos pasar es barrera estaremos en condiciones de aventurarnos a nuevas opciones.
El primer paso es tomar conciencia de que el cambio es posible, comprometernos y trabajar para lograrlo.
Otro aspecto importante es clarificar nuestras metas, como así también reconocer aquellas creencias que nos limitan para la acción ya que constituyen un obstáculo y nos impiden salir de la zona de comodidad.
Desactivar los miedos, que son una construcción de la mente no una realidad en si misma y reemplazarlos por pensamientos positivos, motivadores nos permitirán avanzar en nuestro propósito.
Cuando decidimos realizar cambios pensemos en la palabra AHORA, evitando las excusas, que nos conducen a postergar, para luego justificarnos por no haber logrado lo que nos habíamos propuesto. Podemos elegir: excusas o resultados.
Los cambios no se dan de la noche a la mañana, son un proceso, un camino a recorrer. Lo importante es dar el primer paso, ponernos en marcha. Para lograrlo necesitamos energía, coraje, determinación, motivación y dedicación.
Nuestro diálogo interno es importante, ya que las palabras que utilizamos serán determinantes en nuestras decisiones sobre el rumbo a seguir.
Digamos “Elijo cambiar...”, en vez de “Tengo que cambiar...”
Cambiar es una elección, no una imposición.
“No hay placer tan agradable como el de renovarse” (Publio Sirio)
Si lo decide, puede comprobarlo.