miércoles, 21 de octubre de 2015

La inteligencia emocional

                                                        

La inteligencia emocional está orientada a desarrollar aspectos que van más allá del intelecto, centrados en la toma de conciencia y la expresión de las propias emociones, así como en la detección del estado de ánimo y de los sentimientos de los demás, la capacidad para desarrollar una actitud empática, es decir, ponerse en el lugar de los otros.


Uno de los autores que más ha trabajado el concepto de inteligencia emocional es el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, nacido en California en 1947. 
Para Goleman la inteligencia emocional es «una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía o la agilidad mental. 
Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social».

Una persona inteligente desde el punto de vista emocional es capaz de usar sus emociones y las de las personas que le rodean para crear una línea de pensamiento y de comportamiento que le permitan conseguir sus objetivos y sus proyectos vitales.
En su conocido libro Emotional Intelligence, publicado en 1995, Goleman desarrolla los siguientes fundamentos y principios de la inteligencia emocional.

1. Conocer las propias emociones. El primer paso y más importante de la inteligencia emocional es ser capaz de identificar o tener conciencia de las propias emociones. La persona que falla en este aspecto queda a merced de unas emociones incontroladas, lo cual es más que probable que le provoque muchos conflictos y situaciones negativas.

2. Manejar las emociones. Una vez identificadas las emociones, las personas deben tomar conciencia de las mismas, con el objeto de manejar hábilmente esos sentimientos, filtrándolos, suvizándolos si es necesario.

3. Motivarse a sí mismo. La orientación de las emociones hacia el logro de objetivos contribuye a aumentar la eficacia de las motivaciones. Por este motivo, emoción y motivación son dos sentimientos que están íntimamente relacionados y pueden retroalimentarse.

4.Reconocer las emociones de los demás. La empatía debe centralizar las relaciones con los demás. Las personas empáticas tienen una gran habilidad para sintonizar con el resto de personas, captando sus señales, aunque sean sutiles, para averiguar y hasta adelantarse a sus necesidades y anhelos.
                                                                     
5. Establecer relaciones. La competencia y las habilidades sociales constituyen la base para interactuar de forma asertiva con los demás, expresando nuestras ideas y puntos de vista sin molestar a los otros.
                                                                      

Podemos distinguir dos tipos de inteligencia que salen del tronco común de la inteligencia emocional:

  • La inteligencia emocional intrapersonal.

  • La inteligencia emocional interpersonal.



Inteligencia intrapersonal


Hace referencia al autoconocimiento y se orienta hacia finalidades básicas del tipo:

Conocerse a uno mismo.

Aceptarse en base a nuestras posibilidades.

Definir nuestros propios objetivos y valores.

Orientar nuestro comportamiento hacia su cumplimiento.

Buscar activamente nuestra felicidad.

Ser capaces de demostrar las gratificaciones.

Tratar de ver con realismo y veracidad cómo somos y lo que de verdad queremos.

Establecer prioridades personales.

Aprender a respetar nuestras emociones y sentimientos.



Inteligencia interpersonal


Se orienta hacia el conocimiento de los demás y las relaciones que establecemos con ellos. Las personas con inteligencia interpersonal utilizan la empatía como principio básico, demostrando una gran habilidad para:

Valorar el impacto que pueden tener nuestras emociones, y las acciones derivadas de éstas, en los demás.
Ayudar al resto de personas a experimentar emociones positivas.
Establecer relaciones sociales que les ayuden a lograr sus propias metas.
Reducir las emociones negativas que pueden ser fuente de conflictos.

La inteligencia interpersonal es la capacidad de entender a otras personas, interactuar con ellos y entablar empatía.
Poseer inteligencia interpersonal significa poder discernir, y comprender qué le sucede a otra persona en determinado contexto, actuando de manera apropiada en relación con los estados de ánimo, las conductas y los deseos del resto.

La inteligencia emocional comienza a desarrollarse en los primeros años. Todos los intercambios sociales que los niños tienen con sus padres, maestros y entre ellos, llevan mensajes emocionales.

El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro pensante.

El cerebro social esta en su hábitat natural cuando estamos hablando a alguien cara a cara.

Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional, editorial Kairós

domingo, 11 de octubre de 2015

Relaciones interpersonales.Comunicación asertiva


A menudo, en pos de mantener buenas relaciones, no nos atrevemos a decir lo que a veces nos resulta difícil de pronunciar la palabra NO. 

Estar pendientes de los requerimientos de los otros nos distrae y nos resta tiempo y espacio para ocuparnos de nuestros intereses. Actuando de esta forma nuestra autoestima se va deteriorando. 
Decir SI cuando quiero decir NO desgasta nuestra comunicación. Si dejamos de dar cabida a nuestros deseos, depositaremos en el otro nuestra frustración y finalmente lo culparemos por nuestro descontento, provocando así, un quiebre en la comunicación. “Para cuidar una relación y mantener una buena comunicación no es necesario complacer todo el tiempo”. 

Pero ¿cómo decir NO sin dañar la relación? La respuesta es sencilla siendo ASERTIVOS. Comunicarnos en forma asertiva es hacer valer nuestra voluntad, deseos, sin imponerlos, es decidir defender nuestros espacios, sin ser agresivos.
La comunicación asertiva es clara, congruente, directa, equilibrada, firme, certera, franca, honesta, respetuosa.

                                                




El poder de un NO positivo (Por William Ury) 


El principal obstáculo para llegar al Sí es aprender a decir No de la manera adecuada.  A menudo nos resulta difícil decir No cuando queremos hacerlo, y sabemos que deberíamos. O lo decimos, pero de una manera que frena el acuerdo y destruye las relaciones. Cedemos a las exigencias inapropiadas, a la injusticia y hasta al abuso, o nos embarcamos en una lucha destructiva en la que todos perdemos.


Para salir de esta trampa, debemos adoptar lo que llamo un “No positivo”. A diferencia del No tradicional, que empieza con No y termina con No, el No positivo empieza con Sí y termina con Sí.

Decir No de manera positiva significa, primero, decirnos Sí a nosotros mismos, y a nuestros valores más profundos.


John, ejecutivo de una empresa familiar, tuvo que decirle No a la exigencia de su padre (y jefe) de que se ocupara del negocio durante el feriado de Navidad por enésimo año consecutivo, recurrió a un Sí más profundo a su familia y al respeto por su persona. Le dijo a su padre: “Mi familia me necesita y me propongo pasar con ellos las vacaciones de Navidad”.

A continuación, John fijó un límite  claro, en un tono respetuoso: “No voy a trabajar en esta Navidad”. Sin embargo, no terminó con ese No sino con una propuesta positiva. Le explicó a su padre cómo organizaría el trabajo en la oficina para que se hiciera todo lo que debía hacerse, mientras él destinaba el tiempo que necesitaba a su familia.

Conclusión: el No positivo es una secuencia Sí-No-Sí. El primer Sí expresa las necesidades y los valores de la persona, el No consolida su poder, y el segundo Sí afianza su relación. La clave está en el respeto, tanto a nosotros mismos como al otro.
El No positivo representa un matrimonio entre las dos palabras esenciales del idioma: Sí y No. El problema actual es que divorciamos a nuestros Sí de nuestros No. 

Sí sin No es contemporizar, mientras que No sin Sí es declarar la guerra.

El Sí sin el No destruye nuestra satisfacción personal, y el No sin el Sí destruye nuestra relación con los demás. Los necesitamos a ambos, y juntos. Porque Sí es la palabra clave de la comunidad, y No es la palabra clave de la individualidad. Sí es la palabra clave de la conexión, y No es la palabra clave de la protección. Sí es la palabra clave de la paz, y No es la palabra clave de la justicia. El arte máximo consiste en aprender a integrarlas.


Éste es el secreto para defender lo que sentimos y lo que necesitamos, sin destruir acuerdos importantes ni relaciones valiosas.

La manera en que decimos No puede, en ocasiones, parecer muy poca cosa; pero, con el tiempo, hace una enorme diferencia en nuestras vidas, en la vida de quienes nos rodean y en el mundo en general.
Al decir No cuando corresponde, nos estamos haciendo un regalo. Estamos protegiendo a alguien o algo que valoramos mucho. Estamos creando tiempo y espacio para algo que deseamos. Estamos cambiando la situación para mejor, y preservando a nuestros amigos, colegas y clientes. En síntesis, estamos siendo auténticos con nosotros mismos. 

Mediante la práctica sencilla y diaria del No  positivo estamos colaborando con nuestra calidad de vida, nuestro éxito en el trabajo y nuestra felicidad en el hogar. Es un regalo que nos debemos.
Pero decir No también puede ser un regalo para el otro. “Dime que sí, dime que no, pero dímelo ahora”, es un refrán muy conocido. El otro suele preferir una respuesta clara, aunque sea un No, en lugar de la indecisión.
Un No le permite avanzar y tomar sus propias decisiones.

Lo cierto es que un No positivo puede unirnos más al otro, en una relación más auténtica. Pero si no le decimos la verdad, aunque sea un No, tomará distancia porque siempre habrá algo importante que permanecerá silenciado entre nosotros.
Decir que No es un regalo para nosotros, para el otro y hasta para el todo más grande. Imaginemos, por un momento, un mundo en el que los No positivos fueran la norma y no la excepción:

■ En el hogar, los padres que ejercitan No respetuosos con sus hijos verían luchas mucho menos destructivas, y los hijos serían menos malcriados y más felices, como suelen ser los niños cuando crecen con límites firmes y respetuosos. Quienes mantienen relaciones conflictivas descubrirían que su matrimonio y sus amistades tienen mayores posibilidades de éxito.

■ En el trabajo, los ejecutivos que saben decir No harían una mejor tarea a la hora de mantener a sus  organizaciones estrategicamente focalizadas. Los responsables de los departamentos de finanzas, legales,  información y recursos humanos, que habitualmente tienen que decir No a sus clientes internos, harían un aporte más efectivo a los objetivos estratégicos de la organización. Los vendedores, que saben cuándo y cómo decirles No a sus clientes, se sentirían respaldados cuando lo hacen. Y todos tendrían más autoridad para encontrar el punto de equilibrio entre el trabajo y la vida personal.

■ En el mundo en general, si los líderes y las naciones supieran decir No de manera positiva, la gente  defendería lo que es correcto para llegar a soluciones constructivas. El resultado sería más conflicto, sin duda, pero habría menos guerras y más justicia.

■ Por fin, la Naturaleza sería la primera beneficiaria, porque todos sabríamos decir No a los excesos que amenazan el medio ambiente, del que dependemos nosotros y las futuras generaciones. La vida, en síntesis, sería mucho más feliz, sana y sensata.

No cabe duda de que para pronunciar un No positivo hace falta coraje, visión, empatía, fortaleza, paciencia y persistencia. Para cambiar los viejos patrones hace falta práctica. Afortunadamente, cada uno de nosotros tiene muchas oportunidades para practicar cómo decir No todos los días. Tómenlo como un ejercicio. Están desarrollando el músculo del No positivo. Con ejercicio diario, ese músculo será cada vez más fuerte. Con práctica y reflexión, cualquiera puede mejorar mucho en el arte de decir No. 
El éxito sólo llega cuando somos auténticos con nosotros mismos y respetuosos de los demás.

William Ury 
Reconocido como uno de los mayores especialistas en Negociación y Administración de Conflictos, es el autor, con Roger Fisher, del best-seller Obtenga el Sí.