Esta es la historia de una zapatilla…una zapatilla que durante
años anduvo corriendo sin tener muy claro hacia dónde iba…, a Tilla, la
zapatilla, le fascinaban los mapas…cada vez que aparecía un mapa se dejaba
llevar por el, se entregaba a él, recorría cada uno de los rincones de ese
nuevo mapa ….era interesante observarla correr en el caos de un movimiento que
no tiene norte…que interesante…desde lejos verla dando tumbos, escuchando las
voces de otras zapatillas que guiaban su camino por los rincones de las
montañas…
Tilla siempre ha sido una zapatilla poderosa, llena de recursos…pero los desconocía….cuando se
tropezaba o le fallaba la amortiguación recurría a que otras zapatillas
le echaran una mano, no sabía cómo levantarse por sí misma, no sabía cómo
esquivar obstáculos, como saltar riachuelos, como bajar pendientes se sentía
incapaz de hacerse cargo de los obstáculos que se le presentaban….
En situaciones de emergencia sus suelas
a menudo resbalaban, no eran lo suficientemente adherentes…era una forma de
frenar tan sutil que muchas veces se veía en cunetas, a la deriva…
Un día se encontró con otra zapatilla,
esta le llevo a nuevos rincones, juntas llegaron a cumbres hermosas,
pisaron terrenos de lo más polivalentes…arcillas, piedras, arbustos, asfalto…
era una zapatilla encantadora, amaba a Tilla…le adulaba le empujaba en las
cuestas…Tilla se sentía querida, acompañada, segura…los ánimos de su compañera
le permitían recorrer múltiples terrenos con seguridad, era increíble poder
compartir con su compañera todos esos momentos…Un día, de esos que son
regulares… la compañera de Tilla decidió seguir sus propios pasos, parecía que
había encontrado su mapa y apostó por seguirlo sin Tilla.
Fueron unos meses de adversidades…Tilla
se hundía en el barro, sus cordones se desataban constantemente, su suela
empezaba a desgastarse, y la amortiguación parecía no funcionar, hacía mucho ruido al caminar… la fluidez, el silencio y los
impulsos eran unos desconocidos…
Durante un tiempo estuvo corriendo con
un percance detrás de otro…fue una etapa muy dura, … poco a poco, se fue dando
cuenta de lo importante que era tener un rumbo, un objetivo…, una dirección que
saliera desde su impulso, desde sus sensaciones más profundas…poniendo la
atención en su suela… solo de esa manera podría caminar…
Un día, mientras corría sin rumbo fijo,
un rayo de sol y el sutil movimiento de las ramas de un árbol le invitaron a
pararse y escuchar su sueño más profundo…aquel que tanto deseaba…pensó en
muchos lugares a los que podría llegar y se dio cuenta que le daba igual
un lugar u otro, su misión era el cómo corría por cada uno de estos
terrenos…poniendo la atención en el apoyo en el suelo, a sus
sensaciones, presente de los baches de las sendas y los caminos, atenta a
los sonidos del exterior, a las pendientes, a la temperatura, a los paisajes, a
la técnica de otras zapatillas que se cruzaban en su camino…corriendo en
el presente… hacia su objetivo, en esa pérdida y reencuentro constante
del equilibrio…
Y fue así como decidió seguir
transitando diferentes terrenos…construyéndolos desde su propio mapa, con su
propio impulso, su amortiguación, con confianza en su adherencia…y desde ahí
abriendo la puerta a compartir parte de sus trayectos junto a otras zapatillas,
aprendiendo de suelas y punteras ajenas a la suya….
La
primera y mejor victoria es la conquista de uno mismo.
La valoración personal, la
aceptación, tener una visión clara y motivadora, la conciencia que poseemos
los recursos necesarios nos conducen el
éxito en el logro de nuestras metas y al estado de bienestar.
Cuando nos sentimos confiados
y seguros de nuestro poder interior, sabemos reconocer las oportunidades, y
respondemos a los desafíos que se nos presentan con coraje y actitud positiva.