La compenetración con uno mismo: es probable que alguna vez se haya visto en la tesitura de decidir entre dos acciones posibles y haya pensado: En el ámbito físico, cuanto mayor sea nuestra compenetración, mejores serán nuestra salud y nuestro bienestar, puesto que las distintas partes de nuestro cuerpo cooperarán en armonía. Cuando mayor sea nuestra compenetración mental, más se acrecentará la sensación de paz interior, pues se establecerá una unidad entre las distintas partes de nuestra mente. La compenetración en el ámbito espiritual puede manifestarse en el sentimiento de formar parte de un todo mayor, más allá de nuestra identidad individual, y de ocupar un sitio en la creación.
Muchas personas que exhiben signos externos de éxito se sienten, no obstante, desgraciadas. Quizá haya notado que en la presencia de esta clase de personas sentimos inquietud. Se diría que la manera de organizar la vida refleja nuestro estado interno. Los conflictos internos crean, de este modo, conflictos externos, y el grado de compenetración con nosotros mismos es a menudo un espejo de lo que logramos con otras personas.
Independientemente de nuestras acciones e intenciones, el éxito dependerá de las relaciones e influencias que tengamos con los otros.
El segundo pilar consiste en saber determinar qué queremos, pues de lo contrario ni siquiera podremos definir si hemos logrado nuestros objetivos. En términos de la PNL este proceso se de denomina definir una meta o un resultado. Se trata de una forma integral de pensar, que consiste en cuestionarnos continuamente nuestros deseos. Existe una diferencia fundamental entre preguntar ¿cuál es su deseo?, y ¿cuál es su problema?. Las personas que comienzan definiendo una situación con esta última pregunta, atribuyen a continuación culpabilidades y, aunque quizá terminen por entender lo que ocurre, nunca consiguen determinar realmente qué quieren, y tampoco ayudan a los otros a descubrirlo.
El tercer pilar se denomina agudeza sensorial, y se refiere a la capacidad de valernos de nuestros sentidos para ver, oír y sentir lo que en realidad nos ocurre. Sólo haciendo buen uso de ellos sabremos si avanzamos hacia nuestra meta y, si no es así, esta retroalimentación informativa nos servirá para realizar los ajustes necesarios. En nuestra sociedad se considera normal que esta clase de información pase inadvertida, pero los niños sí la captan. Podemos recobrar la curiosidad y la agudeza que teníamos cuando éramos niños.
El último pilar se fundamenta en la flexibilidad en el comportamiento: la posibilidad de elegir entre diferentes maneras de actuar. Cuantas más opciones tengamos a nuestro alcance, mayores serán las probabilidades de éxito. Debemos cambiar nuestra forma de actuar cuantas veces sea necesario hasta conseguir nuestro propósito.
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