El viejo maestro pidió a un joven triste que colocase una mano llena de sal en un vaso de agua y la bebiese.
-¿Cuál es el gusto?- Preguntó el maestro.
-Horrible!!!- dijo el aprendiz.
El maestro sonrió y pidió al joven que tomase otra mano llena de sal y la llevase a un lago.
Los dos caminaron en silencio y el joven tiró la sal en el lago.
Entonces el viejo dijo:
-Bebe un poco de esa agua.
En cuanto el joven bebió el maestro le preguntó: ¿Cuál es el gusto?
-Bueno- dijo el muchacho.
-¿Sientes el gusto de la sal?- Preguntó el maestro.
-No- dijo el joven.
El maestro, entonces se sentó al lado del joven, tomó una de sus manos y dijo:
“El dolor en la vida de una persona no cambia. Aunque el sabor de ese dolor depende de donde lo colocamos. Cuando sientas un dolor, la única cosa que debes hacer es aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor. Y dar más valor a lo que tienes que a lo que has perdido”.
En otras palabras: Es dejar de ser vaso para convertirte en lago.
-¿Cuál es el gusto?- Preguntó el maestro.
-Horrible!!!- dijo el aprendiz.
El maestro sonrió y pidió al joven que tomase otra mano llena de sal y la llevase a un lago.
Los dos caminaron en silencio y el joven tiró la sal en el lago.
Entonces el viejo dijo:
-Bebe un poco de esa agua.
En cuanto el joven bebió el maestro le preguntó: ¿Cuál es el gusto?
-Bueno- dijo el muchacho.
-¿Sientes el gusto de la sal?- Preguntó el maestro.
-No- dijo el joven.
El maestro, entonces se sentó al lado del joven, tomó una de sus manos y dijo:
“El dolor en la vida de una persona no cambia. Aunque el sabor de ese dolor depende de donde lo colocamos. Cuando sientas un dolor, la única cosa que debes hacer es aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor. Y dar más valor a lo que tienes que a lo que has perdido”.
En otras palabras: Es dejar de ser vaso para convertirte en lago.
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